Xevi Verdaguer, psiconeuroinmunólogo: "Si vas a comer y tienes la boca seca, no hace falta ni que empieces"
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¿Alguna vez te has sentado a la mesa sin apetito, con la boca seca y un nudo en el estómago? Para el psiconeuroinmunólogo Xevi Verdaguer, esa escena aparentemente cotidiana es una alerta roja: comer en un estado de estrés no solo perjudica la digestión, sino que puede ser el detonante de un problema mayor. La gastritis, una inflamación de la mucosa del estómago, está estrechamente relacionada con factores emocionales y de estilo de vida, más allá de la conocida bacteria Helicobacter pylori.
"El estrés crónico también da problemas de gastritis", advierte Verdaguer, quien insiste en que no es solo una cuestión de lo que comemos, sino de cómo, cuándo y en qué estado emocional lo hacemos. Una de las señales que más atención debería despertar es la falta de saliva. "Si vas a comer y tienes la boca seca, no hace falta ni que empieces", afirma con rotundidad. Según explica, las hormonas del estrés inhiben la producción de saliva fluida, lo que complica el proceso digestivo desde el primer momento.
La saliva, como recuerda este especialista, no solo sirve para lubricar los alimentos, sino que contiene sustancias antiinflamatorias, antibióticas y regeneradoras de la mucosa gástrica. Por eso, antes de llevarse el primer bocado a la boca, propone un gesto simple: beber uno o dos vasos de agua y comprobar si la boca vuelve a estar hidratada. Si no es así, es mejor esperar, porque el cuerpo no está preparado para digerir correctamente.
Además de la hidratación, el descanso nocturno se presenta como otro pilar clave en la prevención y tratamiento de la gastritis. Verdaguer plantea una pregunta que muchos pacientes deberían hacerse: "¿Duermes bien por las noches?". Si la respuesta es negativa, el sistema digestivo también sufre. Dormir mal debilita la capacidad del cuerpo para regenerarse y mantiene elevados los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
Desde la psiconeuroinmunología, una disciplina que estudia la interacción entre emociones, sistema nervioso e inmunológico, se enfatiza que los trastornos digestivos como la gastritis no deben abordarse únicamente desde una óptica farmacológica.
"Tendría que preocuparte si estás deshidratado, si tienes estrés crónico o si no descansas bien", insiste Verdaguer. Estas variables, a menudo ignoradas en las consultas médicas, tienen un peso enorme en el desarrollo y cronificación de la inflamación gástrica.
Esta perspectiva encaja con numerosos estudios científicos que respaldan el papel del estrés en la salud digestiva. Investigaciones recientes han demostrado que la activación prolongada del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal, responsable de la liberación de cortisol, aumenta la acidez estomacal y reduce el flujo sanguíneo en la mucosa gástrica, facilitando el desarrollo de gastritis. Incluso en modelos animales, se ha observado que el estrés crónico puede provocar inflamación gástrica severa, sin necesidad de infecciones previas.
Por tanto, lo que parece una recomendación anecdótica —no comer con la boca seca— esconde una poderosa advertencia: el cuerpo humano está diseñado para digerir en condiciones de calma, no de alerta. Comer con prisas, sin hambre o en medio de una preocupación constante es poner a prueba nuestro sistema digestivo.
La gastritis no siempre se presenta con síntomas evidentes, pero según Verdaguer, "si tienes ardor o reflujo, ahí sabes que hay lío seguro". Frente a este tipo de señales, invita a prestar atención no solo a lo que dicen las pruebas médicas, como el test de Helicobacter pylori o del virus de Epstein-Barr, sino también al estado emocional general.
El Confidencial